Amanece. Y un rayo de luz entra por una rendija entre la cortina de mi habitación oscura; desde la cama y aún un poco dormido, el haz de luz me parece cortado en miles de rombos muy pequeños que van chocando y cayendo entre sí, inevitablemente. Dormí bien, debido a que no tuve sueños comunes... ahora hay que levantarse para soñar despierto, me digo a mí mismo.
Suiza tiene cosas increíbles, lagos de todos tamaños color turquesa y con agua fría como el hielo (en los que un zapato con pie incluido puede fácilmente resbalar) y en otros, templada como el agua de la playa de caleta en Semana Santa (en donde puedes nadar y llegar a Italia), montañas inmensas con glaciares, cascadas que descuelgan apresuradas por casi cada ladera, cielo azul, nubes esponjadas, árboles y prados verdes (blancos irresistibles de las cámaras fotográficas), castillos medievales completamente conservados con murallas (a las que puedes trepar gratis) ah y tiene suizos también. Lo que si de plano no tiene son lugares perfectos para hacer carne asada (grill machen!)... y creo que tampoco garrapatas.
Esta vez soñé despierto, con miles de postales personales, cientos de espejismos de diversos colores, texturas, y olores. Esta vez fui más allá de los sueños viajando muchas horas en coche (gracias al túnel de San Gotardo) para ver Interlaken, Lugano, Figino y Bellinzona, todo esto con la mejor compañía y unas ganas enormes de fijarlo para siempre en mi memoria.
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| Lugano |
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| En el camino |
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| Castillos en Bellinzona |
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| Glaciar en los Alpes |
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| Interlaken |
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| Cascadas espontáneas |
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A veces escribir una sola línea basta para salvar el corazón del escritor...