Huyendo del invierno
Con la expresión de felicidad en el rostro, como de quien huye momentaneamente del invierno, aterrizamos en Gran Canaria. La isla nos recibió con un gran abrazo de 25°C que nos motivó a quitarnos las varias capas de ropa que llevabamos puesta, en primer lugar por combatir el frio y en segundo lugar para no pagar sobre equipaje en nuestra línea aerea que solo permite 10 kilos. Aún sin la barrera del idioma batallamos un poco para entender el sistema de municipal de guaguas (autobuses), pero tomamos la numero 16 y siguiendo un mapa y nuestra orientación de sabueso dimos con el hotel.
Ya instalados, nuestro primer objetivo: el mar. La playa de las canteras con su arena suave estaba solo a escasos 5 minutos caminando, desde donde se veía todo el malecón con muchos restaurantes, heladerías, gente haciendo ejercicio y unas montañas grisáceas de aspecto desierto como fondo. La marea desciende por la tarde dejando ver una barra horizontal de rocas que impide que las olas lleguen con mucha fuerza.
Con toda la playa a nuestra disposición, nos acomodamos como lagartijas al sol, quien por algunos momentos era tapado por nubes juguetonas, haciéndonos incluso tener frío. Hambrientos y buscando un buen plato de pescado, nos dirigimos con el "Amigo Camilo" un restaurancillo que esta al fondo del malecon. Pues este sitio de amigable no tiene nada, la atencion desde la entrada fue pesima, casi un insulto y nos fuimos a buscar otro sitio sin pensarlo. Todavia incredulos y con hambre, no pudimos esperar a probar esas papas arrugadas que junto con otras tapas y una caña nos dibujaron de vuelta una sonrisa en la cara.
En el centro histórico sus calles con palmeras, adornos luminosos y llenas de vida me hicieron recordar un poco a la patria. Ese día nuestras maletas no querían perderse la visita y también nos acompañaron, deslizándose caprichosamente por el empedrado (risas). Desde la torre de la catedral, se domina un amplio panorama con casitas de todos colores sobre los cerros y de mar con sus buques anclados.
Con un poco de nostalgia pero con ansías de más aventuras nos preparamos para conocer Fuerteventura. El vuelo, solo duró media hora y fue tranquilo, sin turbulencias ni mareos por mi parte. Desde el aire se miraba un paisaje que por un lado se antojaba "lunar", lleno de cráteres de volcanes y lava petrificada. Pero por otro lado paradisiaco, con arena blanca y un mar azul clarito. Ya dominando el sistema de guaguas, llegamos a Corralejo. Un pueblito al norte de la isla y nos enfocamos en nuestro segundo objetivo: el amar.
- Las dunas! - gritó el chofer. Frente a la playa perfecta se extendía un gran parque de dunas vivas, con arena blanca y muy delgada. Después de explorar un poco y mientras tomábamos muchas fotos, encontramos un sitio perfecto para recibir los tibios rayos de sol como se debe. Aún tengo la sensación del viento soplando en mi cuerpo, dejando miles de particulas de arena en mi cabello y un olor a mar. En la gastronomía la oferta como de cualquier lugar turístico era muy amplia. La noche buena probamos al fin pescado al estilo canario, mmm delicioso!
Para navidad y el aniversario de Dani, viajamos al otro lado de la isla. Allí las rocas a manera de arrecife, crean una especie de "piscinas de mar", casi sin olas pero con colores increíbles que van del transparente a varios tonos de azul. Para cerrar con broche de oro fuimos por unos buenos cortes de carne con su respectivo vino tinto para reponer las energías gastadas por tanto descanso...
Ya instalados, nuestro primer objetivo: el mar. La playa de las canteras con su arena suave estaba solo a escasos 5 minutos caminando, desde donde se veía todo el malecón con muchos restaurantes, heladerías, gente haciendo ejercicio y unas montañas grisáceas de aspecto desierto como fondo. La marea desciende por la tarde dejando ver una barra horizontal de rocas que impide que las olas lleguen con mucha fuerza.
Con toda la playa a nuestra disposición, nos acomodamos como lagartijas al sol, quien por algunos momentos era tapado por nubes juguetonas, haciéndonos incluso tener frío. Hambrientos y buscando un buen plato de pescado, nos dirigimos con el "Amigo Camilo" un restaurancillo que esta al fondo del malecon. Pues este sitio de amigable no tiene nada, la atencion desde la entrada fue pesima, casi un insulto y nos fuimos a buscar otro sitio sin pensarlo. Todavia incredulos y con hambre, no pudimos esperar a probar esas papas arrugadas que junto con otras tapas y una caña nos dibujaron de vuelta una sonrisa en la cara.
En el centro histórico sus calles con palmeras, adornos luminosos y llenas de vida me hicieron recordar un poco a la patria. Ese día nuestras maletas no querían perderse la visita y también nos acompañaron, deslizándose caprichosamente por el empedrado (risas). Desde la torre de la catedral, se domina un amplio panorama con casitas de todos colores sobre los cerros y de mar con sus buques anclados.
Con un poco de nostalgia pero con ansías de más aventuras nos preparamos para conocer Fuerteventura. El vuelo, solo duró media hora y fue tranquilo, sin turbulencias ni mareos por mi parte. Desde el aire se miraba un paisaje que por un lado se antojaba "lunar", lleno de cráteres de volcanes y lava petrificada. Pero por otro lado paradisiaco, con arena blanca y un mar azul clarito. Ya dominando el sistema de guaguas, llegamos a Corralejo. Un pueblito al norte de la isla y nos enfocamos en nuestro segundo objetivo: el amar.
- Las dunas! - gritó el chofer. Frente a la playa perfecta se extendía un gran parque de dunas vivas, con arena blanca y muy delgada. Después de explorar un poco y mientras tomábamos muchas fotos, encontramos un sitio perfecto para recibir los tibios rayos de sol como se debe. Aún tengo la sensación del viento soplando en mi cuerpo, dejando miles de particulas de arena en mi cabello y un olor a mar. En la gastronomía la oferta como de cualquier lugar turístico era muy amplia. La noche buena probamos al fin pescado al estilo canario, mmm delicioso!
Para navidad y el aniversario de Dani, viajamos al otro lado de la isla. Allí las rocas a manera de arrecife, crean una especie de "piscinas de mar", casi sin olas pero con colores increíbles que van del transparente a varios tonos de azul. Para cerrar con broche de oro fuimos por unos buenos cortes de carne con su respectivo vino tinto para reponer las energías gastadas por tanto descanso...
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A veces escribir una sola línea basta para salvar el corazón del escritor...