Corre

Supongo que simplemente un día cuando eres niño, descubres que puedes correr. Que tu cuerpo tiene esa capacidad de mover las piernas rápidamente. En ese momento descubres la libertad, solo tú y tu corazón latiendo como una locomotora de vapor, tus piernas avanzando a trancones por el barrio devorando metros, el viento resbalando en tu rostro y nada más. Después solamente y bajo cualquier pretexto quieres correr. Sentirte libre y que nada ni nadie te puede alcanzar. Quizá por eso la mayoría de los juegos en la infancia involucran correr, y es ahí en donde comienzan las primeras competencias; el veloz contra el lento, el estira y afloja. El juego de la vida. Sin embargo, en la edad adulta se pierde ese enfoque lúdico del simple movimiento físico. Se le agrega el condicionante de la prisa. Cuando no se tiene tiempo, se corre por prisa y se olvida lo demás. Más allá de aquellos que lo hacen por el ejercicio, nos molesta correr para alcanzar el bus o para no mojarnos con la lluvia. Nos preocupa el sudor. Olvidamos que la sensación de libertad es algo gratis y al alcance de nuestras piernas. Nos volvemos prisioneros del caminar...

Comentarios